
En el hipotético caso de que en el país creciera la reducida cuota de coches anfibios que conforman el parque vehicular, los residentes de Herrera, puntualmente los de la periferia de las calles Juan Ballenilla y Guarocuya, los adquirirían sin pensarlo dos veces para atravesar esa intersección, que no se avista por una “laguna” que parece diluirse a la vista de las autoridades.
Daniel de León, un mecánico automotriz que labora en una empresa ubicada en la intersección, explicó que la avería tiene más de siete años. “Hace como un año la repararon, pero a los dos meses el agua volvió a acumularse. Ellos hicieron un trabajo ahí con el objetivo de que el agua fluya, pero no sirvió de nada”, indicó De León.
Tanto él como otros vecinos de la zona esperan una solución definitiva del problema, que los tiene “hastiados”.
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