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jueves, 26 de agosto de 2021

Estas son las claves para combatir la ansiedad al volver al trabajo: "Entender el pánico y exponerse gradualmente" #favoryto

La vuelta de las vacaciones a la rutina y al trabajo suele ser dura para todos, pero para algunas personas puede llegar a tal extremo que sólo el hecho de anticiparla les provoque ataques de ansiedad.

Y si este es un fenómeno que se ha venido dando tradicionalmente, este año puede verse amplificado por los cambios que ha traído la pandemia de coronavirus a nuestras vidas (por ejemplo, en la forma de relacionarnos o en la presencialidad en el trabajo).

"Sí que es bastante común que las personas presentemos estados ansiosos o depresivos después del período vacacional", explica a 20Minutos Marcos de Andrés Ortega, psicólogo, trabajador social y divulgador desde el canal de Youtube enGrama. "Para la mayoría de nosotros, las vacaciones son un período lleno de estímulos reforzantes, agradables, que buscamos y a los que no solemos tener acceso; y en el que estamos lejos de estresores como los que hay en el trabajo".

"La ansiedad es una respuesta adaptativa", continúa. "Es buena a corto plazo, porque prepara al cuerpo para huir cuando percibe un peligro potencial. El problema es cuando se produce ante situaciones que tenemos que vivir todos los días, como, por ejemplo, ver a un vecino",

Esta forma de ansiedad, detalla Ortega, no se da por igual en todo el mundo. Por ejemplo, hay una serie de condicionantes que nos pueden llevar a ser más propensos a padecerla: "La personalidad es aprendizaje, y además depende del contexto. No es otra cosa que ese repertorio de comportamientos relativamente estable que se da en uno u otro contexto: es decir, cómo sueles actuar".

"Depende mucho de como te hayan educado. Los padres sirven como modelo para nosotros (crecemos viendo sus comportamientos y cómo reaccionan al ambiente) y además moldean nuestra personalidad con refuerzos y castigos. Mucha gente cree que eso se hereda; que, si tus padres eran así, es más probable que tú seas así. Y esto es cierto, pero no porque esté codificado en los genes", afirma.

"Si, por ejemplo, un niño llora mucho cuando va por primera vez al colegio y en lugar de esperar a que se calme para dejarlo allí los padres lo consuelan en exceso e incluso no le dejan allí porque llora demasiado, aprenderá que eso le libra de una situación desagradable. Es decir, que depende de cómo nos eduquen aprendemos a tener más o menos ansiedad", prosigue.

No obstante, la aparición de esta ansiedad ante el regreso al trabajo no sólo depende de nuestra personalidad y nuestra educación, sino que el propio trabajo puede ser determinante para ello. Este experto lo explica así: "Si hablamos de ansiedad y no de depresión, la suelen generar por un lado los trabajos en los que se ha empezado hace poco a los que todavía no ha habido una adaptación y, por otro, aquellos en los que hay más incertidumbre, en los que se dan constantemente estímulos novedosos".

"Y luego están los trabajos muy exigentes, en los que el jefe te tiraniza o te aprietan más las tuercas, en los que el nivel de ansiedad basal es muy alto".

Llegados a este punto en el que vemos cómo la ansiedad depende en gran medida de la personalidad que hemos formado a lo largo de nuestras vidas ("lo fundamental es el aprendizaje", recalca Ortega) cabe preguntarse si existe algo que quienes sufren este problema puedan hacer para evitarlo.

Ortega explica algunas claves para gestionarla. Por ejemplo, menciona que "si la vuelta al trabajo es paulatina, y no de golpe, es posible que la ansiedad sea menor, ya que no eliminamos de golpe todos los estímulos reforzantes y la entrada de los estímulos estresantes es más gradual".

En esta línea, explica que "en terapia, la forma de trabajar la ansiedad es por exposición". "La ansiedad es como una montaña. Va subiendo hasta que alcanza un pico, que es cuando nos enfrentamos al peligro que anticipábamos. Si antes de llegar a él nos marchamos de ahí (real o figuradamente, mediante conductas de evitación), la próxima vez que nos enfrentemos a la misma situación vamos a sentir ansiedad. Pero si nos exponemos a ella y no recurrimos a conductas de evitación (que no siempre son evidentes, pueden ser por ejemplo pensar en otra cosa) aprendemos que no hay nada que temer y cada vez la ansiedad será menor", desarrolla.

Ante este punto, puede surgir la pregunta de por qué una persona sufre esta ansiedad cuando la vuelta al trabajo es algo a lo que nos exponemos todos los años. Ortega aclara que "si las vacaciones son muy largas, puede pasar que la ansiedad se vuelva a dar al retornar al trabajo aunque sea algo a lo que ha habido mucha exposición previa, porque desaparece la habituación que hay a esa situación".

Por ello, dice Ortega, "una vez que aparece la ansiedad, lo mejor que se puede hacer, aunque no es algo fácil, es aceptar esa ansiedad, reconocer lo que es. Saber qué es la ansiedad, que es el pánico". Y en base a eso, trabajar con exposición gradual: "a una persona con aracnofobia, un terapeuta no la expone directamente, el primer día, a una araña, porque su respuesta puede ser tan fuerte que no pueda gestionarla. Lo normal es que la exposición sea gradual: primero un insecto que se parece a la araña, o la araña en televisión, y así hasta que la persona está preparada para exponerse a la araña. Con la ansiedad al volver al trabajo es lo mismo".

Finalmente, insiste: "Si la gente supiera lo que es la ansiedad, se evitarían muchas conductas poco deseables a largo plazo y se podría establecer una relación más sana con el entorno".

De todas formas, no hay que perder de vista que la ansiedad viene determinada por cómo interactuamos con el entorno, por lo que también es necesario abordar la otra parte de la ecuación. En este sentido, Ortega concluye que "lo mejor que podríamos hacer aprender desde pequeños cuestiones claves como cuáles son los principios del aprendizaje, cómo funcionan la ansiedad y la depresión".

"No es porque sea mi campo", argumenta, "pero la psicología lo que estudia es el comportamiento. Y eso (comportarnos) lo hacemos todo el tiempo, hasta cuando estamos en la cama pensando. ¿Qué hay más vital que saber cómo nos comportamos (nosotros y los demás) y por qué lo hacemos así?", se pregunta.

Y, finalmente, añade: "Si viviésemos en una sociedad menos exigente, con menor incertidumbre, menos individualista (más colectivista) posiblemente la ansiedad fuera menor. Y si hubiera asesores expertos en los gobiernos, se podría organizar la sociedad en base a los principios de aprendizaje y prever y tratar las reacciones de la gente".



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