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jueves, 16 de septiembre de 2021

Qué podemos hacer padres y maestros por los niños que lloran desconsolados a la hora de entrar en la 'guarde' o el cole #favoryto

El inicio de la etapa escolar es duro, sobre todo para los niños pequeños, y los que se enfrentan a las aulas por primera vez. Así, es muy habitual que, en las escuelas infantiles y los primeros cursos del colegio, las mañanas de septiembre empiecen con llantos inconsolables y niños que se agarran con fuerza a las piernas de sus padres, que les contemplan con impotencia sabiendo que tienen que dejarles allí y volver a sus obligaciones laborales.

Lo normal es que este llanto al entrar en el colegio dure unos días, pero si esto no ocurre, en lugar de dejar llorar al niño sin más, pensando que ya se le pasará, hay que indagar en los motivos, como nos contó Pilu Hernández, maestra, formadora de formadores y CEO de El Pupitre de Pilu.

Que un niño llore los primeros días de colegio es normal, y se debe, principalmente al miedo, pues les dejamos en un sitio nuevo con gente que no conoce, “lo más normal es que lloren y que tengan miedo, pues les estamos dejando con una persona extraña y en un sitio desconocido. Lo raro sería que no lo tuvieran y que se fueran tranquilamente con alguien que no conocen de nada”, nos dice Pilu.

Este proceso no es igual en todos los niños, ni dura lo mismo. Así, los niños los más introvertidos o muy apegados a sus padres tardarán en adaptarse y dejar de llorar, y los más sociables o que han ido a la escuela antes, tendrán menos problemas, “en general, los niños que ya han asistido a cole infantil de primer ciclo, están deseando que llegue el primer día de cole para ir al ‘cole de mayores’”. En cualquier caso, “lo normal es que el llanto suceda el primer año de cole unos días, o al empezar el segundo, pero nada más”.

Otra circunstancia habitual es que, tras quedarse llorando, el niño se calme enseguida y que, al ver a sus padres, vuelva a estar mal y llorar, y esto, según Pilu Hernández, se debe que “en realidad el niño el primer día piensa que lo estás abandonando, pero una vez que ve el sitio, que hay juguetes, hay más niños… se lo pasa bien y se olvida. Una vez regresan los padres y se acuerde de que los han dejado allí, y más si lo ha pasado mal, lo vuelven a pasar mal, e incluso se muestra enfadado”. Lo normal es que estos comportamientos cesen también en unos días.

Como comenda Pilu, el llanto de los primeros días es, en muchos casos, inevitable, pero una vez pasada la adaptación, que suele durar una semana, lo normal es que el niño ya sepa dónde va, conoce a la gente con la que está, el espacio, se lo pase bien… y el llanto desaparezca. Si no es así, hay que investigar por qué ocurre, buscar otras causas y atenderlas, nunca dejarlo llorar ni pensar que ya se le pasará, “porque los niños siempre lloran por algo. A lo mejor, una vez superado el miedo del primer día, llora por otras cosas, como que no se siente bien en clase, con sus compañeros, sus profes, le ha pasado algo y es un niño muy sensible… Y eso hay que atenderlo”. Y esto es un trabajo conjunto de padres y profesores.

Estos últimos, por su parte, cuando un niño se muestra especialmente sensible y llora a diario, “les prestamos una especial atención, estamos más tiempo con él, observamos qué le puede estar pasando en clase… y, según el niño está mejor, le vamos retirando poco a poco ese apoyo extra”.

En casa, los padres, también deberán observar, preguntar y, sobre todo, intentar que socialice con sus compañeros fuera del colegio, “muchas veces esto ocurre porque el niño no está acostumbrado a estar con más niños, por eso los padres en este sentido tienen que intentar que, fuera de la escuela, se relacionen con otros niños, también los de la clase para que se integre más. Es un trabajo que tienen que hacer los profesores observando en clase y los padres en casa, hablando con el niño… y con mucha comunicación centro-padres”.

Además de ignorar el llanto o no darle importancia, hay otras cosas que deberemos evitar, como entrar en clase con el niño y quedarse un rato. Aunque hay escuelas infantiles que dejan que sus padres se queden con ellos durante el periodo de adaptación Pilu Hernández lo desaconseja, “salvo excepciones, como niños con necesidades especiales, esto es contraproducente, porque si los padres están nerviosos, les trasmiten ansiedad al niño”.

Tampoco deberemos tirar la toalla y borrar el niño de la guardería, “si un niño no se adapta, tenemos que adaptar nuestra metodología al niño para que lo haga. Y dar opciones, porque no nos podemos olvidar de la conciliación familiar. En general, los padres llevan a los niños a la escuela infantil porque tienen que trabajar”, asegura.

Para evitar en la medida de lo posible los llantos, Pilu Hernández nos da algunos consejos para para los primeros días:

•No le demos más importancia de la que tiene, todos necesitamos un periodo de adaptación. Démosles su tiempo. En España, según ella, las adaptaciones están bien diseñadas, “se hace cada vez mejor, sobre todo con niños con algún tipo de dictamen de escolarización por algún tipo de necesidad especial, como Síndrome de Down, trastorno del espectro autista… En general, la adaptación se hace en una semana, y creo que es una buena manera de ir adaptándose, tanto los niños como los profesores”.

•Escuchemos cuando lloran, nunca ignorar su llanto.

•Expliquemos el proceso y que sepan que en unas horas después, volvemos. Para lograrlo, puede ser muy útil, “explicarles desde unos días antes, un poco cada día, dónde van a ir, qué van a hacer… para no enfrentarse de golpe y sin saber dónde va”. Y siempre desde el lado positivo.

•Que nos cuenten que han hecho durante el día. Si les preguntamos y les escuchamos, además hacerles sentir que importan, podremos saber si hay algún problema que esté dificultando su adaptación.

El psicólogo experto en crianza en positivo Álvaro Bilbao recomienda en su blog, además: establecer pronto unas rutinas, que les dejemos llevar algún objeto de apego, nunca enfadarnos con el niño porque llora, felicitarlo por sus progresos si cada día se van encontrando mejor, no asomarnos a la ventana cuando lo dejamos, y, por supuesto, nunca marcharnos sin darle un beso.



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