¿Qué es el trastorno bipolar? Estos son sus síntomas, sus causas y su tratamiento #favoryto

Son pocos los trastornos mentales que están rodeados de los mitos y el nivel de desconocimiento que envuelven al trastorno bipolar. Y, sin embargo, se trata de uno de los más prevalentes en nuestras sociedades, hasta el punto en el que es una de las principales causas de incapacidad laboral entre los jóvenes.

Las personas que padecen trastorno bipolar se enfrentan a una condición que tiene tendencia a cronificarse y a menudo con un serio impacto en las esferas profesional y personal. A pesar de ello, en las últimas décadas se han desarrollado tratamientos que en ciertos casos logran mejorar sensiblemente la calidad de vida del paciente.

El término 'trastorno bipolar' hace en realidad referencia a un grupo de trastornos diferenciados pero con unas características comunes, y que a grandes rasgos consisten en la alternancia de estados extremos de ánimo (depresivos y maníacos o hipomaníacos).

Las causas no están claras, pero por lo general existe consenso en un origen multifactorial. Así, por ejemplo, los científicos consideran muy probable que exista una cierta predisposición genética, por la tendencia de los trastornos bipolares a aparecer varias veces en la misma familia, y también se estudia la influencia de eventos estresantes externos y del aprendizaje.

Los síntomas varían ampliamente entre individuos, según el tipo de trastorno e incluso a lo largo del tiempo. No obstante, sí se puede señalar que la manifestación fundamental del trastorno consiste en la fluctuación entre estados depresivos y estados maníacos o hipomaníacos.

Los primeros pueden llevar aparejados, entre otros, síntomas como disminución de la autoestima, desánimo persistente, ensimismamiento, desesperanza, culpabilidad, fatiga, lentitud psicomotriz, somnolencia excesiva, insomnio o hipersomnia, falta de concentración, toma de decisiones irresponsables, pérdida del apetito, pérdida o aumento involuntarios de peso, pensamientos sobre la muerte, e ideación suicida.

Por el contrario, los episodios maníacos pueden caracterizarse por un incremento de la energía, verborrea, una necesidad reducida de dormir, exaltación, euforia, ideas fugaces, falta de control del temperamento, alta autoestima, agitación, incremento de la actividad involuntaria, aumento o descenso involuntario de peso, toma de decisiones irresponsables, entrega a actividades placenteras pero potencialmente dañinas (consumo de drogas, juego, prácticas sexuales de riesgo) y psicosis.

También es posible experimentar periodos de hipomanía (similar a la manía, pero con síntomas menos exagerados y menor impacto destructivo sobre la vida del paciente) o mixtos, en los que aparecen síntomas de ambos estados o se pasa rápida y bruscamente de la depresión a la manía.

El tratamiento, que en cualquier caso debe ser prescrito por un psiquiatra, habitualmente combina un enfoque farmacológico con psicoterapia. Hay que tener en cuenta que no se orienta a la eliminación completa del trastorno (que suele acompañar al paciente durante toda la vida) sino, más bien, a su control a largo plazo.

En cuanto a los medicamentos, se suelen emplear como base los estabilizadores del estado de ánimo (litio, valproato, oxcarbazepina, carbamazepina, topiramato, lamotrigina) en combinación con antipsicóticos y antidepresivos únicamente durante las crisis, ya que su uso continuado puede tener efectos negativos.

Junto a ellos se prescriben distintas técnicas de psicoterapia clínica, que pueden incluir la psicoeducación, la terapia interpersonal, la terapia familiar y la terapia ocupacional, para mejorar la adaptación social del paciente.

El pronóstico depende del paciente concreto, pero esta combinación a menudo logra buenos resultados que minimizan la aparición de crisis y mejoran el desempeño social y laboral de la persona afectada.