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viernes, 5 de noviembre de 2021

Cuáles son los miedos más habituales que pueden aparecer en los niños tras Halloween y cómo gestionarlos #favoryto

Los miedos en la infancia son algo habitual. Y la reciente celebración de Halloween el caldo de cultivo perfecto para que muchos de ellos afloren. A pesar de que cada vez esté más extendida esta festividad y de que los colegios, la programación de las televisiones, los escaparates, las calles... se llenen de decoración típica con brujas, calabazas, calaveras y fantasmas lo cierto es que a algunos niños no les hace ni pizca de gracia el ‘truco o trato', los disfraces y las historias de miedo tan habituales en la actualidad durante el puente de Todos los Santos.

¿Cómo se pueden gestionar estos miedos infantiles? Lo primordial antes de abordar el tema es tener claro que el miedo es una emoción básica completamente normal, se pone en marcha ante la presencia de amenazas o peligros y ha facilitado nuestra supervivencia como especie. En el caso de los niños los miedos son evolutivos, varían dependiendo de la edad, forman parte del desarrollo del pequeño y lo habitual es que desaparezcan, por lo tanto no conviene taparlos ni restarles importancia pero tampoco preocuparse en exceso ni asociarlos con una emoción negativa.

Como hemos comentado los psicólogos hablan de miedos evolutivos en los niños que van cambiando según crecen. Por ejemplos, los niños de dos años suelen tener miedo a los ruidos fuertes, los rayos, las tormentas... Entre los dos y los seis años los miedos suelen asociarse con estímulos imaginarios: como la oscuridad, los fantasmas, los monstruos... Aquí entrarían por tanto todos esos miedos asociados con la festividad de Halloween. A partir de los seis años, el niño asocia más el miedo a temas relacionados con enfermedades o el fracaso escolar, mientras que en la adolescencia continúan estos miedos escolares y se añaden los relacionados con temas sociales y de aspecto físico.

¿Qué recomendaciones generales podemos seguir ante la aparición de cualquier miedo en la infancia? Una de las principales, según los expertos, es la de evitar aquello que causa rechazo al niño. Es decir, si una celebración como Halloween o cualquier otra cosa no le gusta al pequeño no debemos insistir en meterla con calzador u obligarle a que disfrute de algo con lo que no se siente a gusto ni se divierte. Repetirlo o insistirle hasta la saciedad solo conseguirá que acabe por aborrecerlo.

También es importante no invalidar el miedo ni menospreciar al niño por sentirlo. Decirle al pequeño que no debería tener miedo a algo no ayudará a deje de tenerlo ni a que lo supere. Al contrario, puede sumar otras emociones de índole negativo como la vergüenza, el enfado o la tristeza. Lo fundamental es reconocer que el miedo existe, por muy insignificante que nos parezca lo que se lo provoca, y hablar con ellos para conocer qué es lo que le asusta y ayudarle a superarlo. La empatía, no restarle importancia a un miedo que el niño siente como real y el diálogo comprensivo son fundamentales.

Y por último, los adultos tienen también la capacidad de no fomentar ni acrecentar esos miedos. Porque los miedos, como explican los psicólogos, son evolutivos pero también se aprenden. Si el padre o la madre tienen miedo a algo es frecuente que el niño también lo sienta. Esto puede llevar a los progenitores a ser excesivamente sobreprotectores y no trabajar el problema con sus hijos para que lo superen.

Si los padres se muestran como personas inseguras y miedosas es probable que sus hijos también lo sean. Por lo que resulta importante convertirse en un ejemplo a seguir por ellos y no mostrar excesiva preocupación ante el miedo que el niño siente. Sin embargo, si perciben que ese miedo está impidiendo el normal desarrollo de la vida habitual del pequeño se haría necesario consultar con un profesional.

La psicóloga especializada en infancia Silvia Álava habla así de estos temores infantiles a la celebración de Halloween en una entrevista publicada en su página web: “Aunque cada vez es más habitual que los niños lo celebren y se disfracen, no conviene en absoluto obligarles a participar si no les gusta o no quieren. Como menciono en mi libro Queremos que crezcan felices debemos entender que la estética de la fiesta, con calaveras, esqueletos, zombies y brujas a algunos niños más sensibles les puede asustar. En este caso nunca debemos obligarles a participar. Los niños se tienen que enfrentar a las cosas cotidianas, pero la estética macabra de esta fiesta en absoluto es algo obligatorio que los niños tengan que superar”.

¿Cuáles son los miedos más habituales que pueden surgir durante y tras la celebración de estas fiestas? Uno de los más habituales es el miedo a la oscuridad (que por supuesto también puede aparecer al margen de Halloween). Muy frecuente especialmente en niños de hasta seis años, hay recursos que pueden ayudar al pequeño a afrontarlo mejor como leer algún cuento sobre el tema, poner pegatinas que se vean en la oscuridad o algún punto de luz que se pueda retirar con el tiempo o incluso hacer sombras chinas por la noche antes de acostarse.

Álava explica al respecto: “En estos casos conviene desmontar con ellos este miedo, es decir, que entiendan que no va a pasarles nada, que no hay nadie malo... En un primer momento se les puede dejar una lucecita pequeña encendida por la noche hasta que el niño vaya adquiriendo una mayor seguridad y sea él mismo quien decida apagarla”.

Otro miedo recurrente es el miedo a los fantasmas, las brujas, los monstruos y todos aquellos personajes que resulten 'feos' a los niños. La psicóloga recomienda vigilar y controlar en primer lugar todas aquellas imágenes que consumen los niños ya que puede ocurrir que durante el día no les importe ver ese tipo de contenidos pero que los miedos afloren con la llegada de la noche. “Una vez que el miedo ya ha aparecido, hay que trabajar con ellos para que lo superen. Será necesario que lleguen a entender que ninguno de estos personajes existe y que por tanto no los vamos a temer. Y por supuesto debemos dejar de ver este tipo de dibujos, series o películas”.

El miedo a los disfraces también es típico a estas edades. Hasta los seis años los niños no diferencian entre fantasía y realidad por lo que es normal que puedan tener miedo a disfrazarse o a los disfraces que llevan otras personas. Puede ocurrir también que el niño no tenga bien asentada su personalidad y no se sienta cómodo en la piel de otro. Lo primordial en este caso es darle al disfraz un enfoque lúdico, un elemento que sirve para jugar y divertirse, y sobre todo, no insistirle en que se disfrace si no le apetece.

Álava añade: “Juguemos con ellos de modo que sea el adulto o los hermanos los que se disfracen y a través del juego vayan introduciendo al niño en la dinámica, le animen a ponerse un gorro o una capa... Pero siempre asociándolo al juego y a la diversión. De esta forma será más probable que el niño poco a poco vaya perdiendo el miedo y consiga disfrazarse”.

Por último, estaría un miedo muy recurrente a estas edades: el miedo a la muerte. “Cuando los niños descubren la muerte en ocasiones se pueden quedar más afectados y verbalizar que tienen miedo a que alguno de sus adultos de referencia pueda fallecer”, explica la psicóloga. "En estos casos los niños tienen que ver que el adulto no se preocupa, sino que se lo toma con sentido del humor, y que sobre todo tranquiliza al niño explicándole que es muy raro que se puedan morir, que se mueren las personas mayores, las que están muy enfermas…”. Se trata, como dice la experta, de tranquilizar al niño en todo momento y también de que vea que el adulto no se preocupa ni se pone nervioso.



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