El cáncer de colon es actualmente uno de los más habituales y de los que más muertes causan en nuestro país. Todo ello, a pesar de que la prevención y la detección y el tratamiento tempranos lograrían evitar la mayoría de desenlaces fatales.
Así, no es de extrañar que en el abordaje de esta enfermedad a nivel epidemiológico los programas de cribado se consideren fundamentales y que se pongan en marcha numerosas campañas de sensibilización al respecto.
Pruebas diferentes con distintos propósitos
Precisamente para lograr esa detección temprana, la recomendación actual es que aquellas personas que no tengan un riesgo especial de padecer cáncer colorrectal comiencen a realizarse pruebas de manera periódica a partir de los 45 años de edad.
Entre los exámenes más habitualmente empleados para identificar esta forma de cáncer, el más conocido y empleado, sin duda, es la colonoscopia (una prueba consistente en la introducción de una sonda con una cámara y cierto material quirúrgico a través del ano). Sin embargo, como explica el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, no es la única posible.
Cabe resaltar, no obstante, que la elección de un procedimiento u otro no depende (al menos en gran medida) de las preferencias del paciente (hay personas que muestran reticencias a practicarse colonoscopias) sino que más bien debe establecerse con el facultativo en base a criterios médicos. Y, en cualquier caso, la mayoría de las veces estos otros procedimientos se combina con una colonoscopia.
Por ejemplo, en algunos casos las primeras señales del cáncer de colon se encuentran en la prueba de detección de sangre oculta en la materia fecal, un examen consistente en el análisis de las heces mediante procedimientos químicos a fin de encontrar trazas de sangre no perceptibles a simple vista. La sangre, no obstante, puede ser síntoma de varias afecciones del colon, por lo que posteriormente será necesario precisar mediante colonoscopìa.
Por otra parte, existe la opción de la sigmodoscopía, un procedimiento muy similar a la colonoscopia (también se introduce una cámara y material quirúrgico a través del ano del paciente) pero que sólo permite observar el tramo interior del intestino grueso, en lugar de toda su extensión. Es por tanto menos invasiva que la colonoscopia, pero si el médico detecta lesiones cancerosas o precancerosas mediante este método aún así probablemente necesitará realizar una colonoscopia posteriormente.
Una prueba que en casos muy limitados sí podría postularse como alternativa a la colonoscopia convencional es la colonoscopia digital, en la que en lugar de introducir el instrumental por el ano se realiza una serie de radiografías (tomografía computarizada) que luego se procesan informáticamente. Con todo, requiere la inserción de un tubo en el ano para bombear aire a través de él, lo que produce algunas molestias; además, si se encuentran anomalías es probable que sea necesario practicar una colonoscopia para obtener información adicional (como también puede ser necesario practicarla si existen síntomas pero la colonoscopia digital no es capaz de identificar el problema).
El último procedimiento actualmente en uso es la prueba de ADN en heces. Se considera adecuada para el cribado (personas sin síntomas y sin riesgo especial que se someten a exámenes rutinarios de manera preventiva), pero no para el diagnóstico en personas sintomáticas o con antecedentes familiares importantes, y si arroja resultados positivos será necesario practicar una colonoscopia.
La colonoscopia, el estándar de oro
Además de estos métodos, existen otros que se encuentran en proceso de desarrollo y que en algunos casos están obteniendo buenos resultados en ensayos clínicos. Hoy por hoy, no obstante, la colonoscopia se sigue considerando la mejor opción para la detección del cáncer de colon.
Por eso, es importante desterrar los prejuicios y las reticencias respecto a esta prueba médica. Hay que recordar que en la actualidad se suele realizar con sedación, y la técnica avanza en la dirección de hacerla lo menos invasiva y molesta posible.
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