En paralelo a la célebre Gripe Española, casi como siguiéndola de cerca, otra epidemia causó estragos en todo el mundo durante la segunda y la tercera décadas del siglo XX. Más de un millón de personas cayeron presa de la misteriosa enfermedad, y hasta 500.000 murieron. Se trata de la encefalitis letárgica, y podría ser un ejemplo terrible del daño que nuestro propio sistema inmune puede causarnos.
¿Qué es la encefalitis letárgica?
La encefalitis letárgica es una forma atípica de encefalitis (inflamación del encéfalo) caracterizada, especial aunque no únicamente, por provocar una fuerte somnolencia y finalmente un estado de semi-inconsciencia.
Sus causas se desconocen, si bien en tiempos recientes se ha teorizado que podría tratarse de una reacción autoinmune secundaria a una infección; es decir, una reacción desmesurada del organismo, que provoca mucho más daño que el propio patógeno. Concretamente, se ha apuntado a una mutación de una bacteria del genero estreptococo, que frente a la enfermedad leve que produce la variante común provocaría esta reacción inmune.
¿Cuáles son sus síntomas?
La encefalitis letárgica se caracteriza por un conjunto amplio y complejo de síntomas que incluyen fiebre alta, dolor de garganta, rigidez de la nuca, cefaleas, somnolencia, visión doble, alteraciones ocurológicas, respuesta física y mental retardada, inversión del sueño, debilidad en la parte superior del cuerpo, dolores musculares, temblores, psicosis y catatonia.
Los supervivientes, a menudo, quedan con secuelas incapacitantes de por vida, a menudo con rasgos parkinsonianos o catatónicos, en un estado que se ha descrito como de 'semi-inconsciencia'.
¿Cómo se trata?
Igualmente, el tratamiento de la encefalitis es difícil. Inicialmente se puede tratar de estabilizar al paciente con esteroides, si bien no todos los enfermos responden adecuadamente a esta estrategia y en muchos la enfermedad continúa progresando con evidente daño cerebral.
Más adelante, se puede proporcionar un tratamiento sintomático. En este sentido, es especialmente conocida la estrategia del psiquiatra Oliver Sacks, que en la década de los 60 consiguió asombrosas mejorías administrando levadopa y otros fármacos para el párkinson. Sin embargo, estas mejorías duraron poco, y los pacientes regresaban al estado previo.
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