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domingo, 9 de mayo de 2021

Ignacio Mordago: "Es un gran mito que sepamos poco del cerebro. Nos queda por saber, pero no tanto como se piensa" #favoryto

¿Cuándo se empezó a interesar la ciencia por el cerebro? ¿Desde cuándo sabemos que la razón y los pensamientos provienen del cerebro? ¿Cómo y por qué se producen las enfermedades mentales? ¿Es el cerebro tan desconocido como se dice? Estas y otras muchas respuestas las encontraremos en ‘Materia gris. La apasionante historia del conocimiento del cerebro’. Su autor, Ignacio Morgado, es catedrático de psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona, además de uno de los neurocientíficos más prestigiosos de España. Después de escribir libros como Emociones e inteligencia social, Aprender, recordar y olvida o La fábrica de las ilusiones, se adentra de lleno en la historia de cómo el ser humano ha llegado a conocer todo lo que hoy sabes del cerebro, una historia que apasionará tanto a curiosos como profesionales.

Hola Ignacio, después escribir libros sobre las emociones, los sentidos… ¿Cómo se le ocurrió hacer una historia sobre el conocimiento del cerebro y la mente humana?

Porque recoge toda la historia de mi especialidad, que es la psicobiología. Yo soy neurocientífico y todo lo que he estudiado y sobre lo que he escrito tiene una historia, y me pareció que estaría bien escribir sobre de dónde viene el conocimiento de las cosas que sabemos. Hace ya unos años, cuando oposité a la cátedra preparé ya una historia de conocimiento sobre el cerebro y hace un tiempo me pareció que era interesante publicarla. La actualicé, la corregí durante casi tres años… e intentado que no sea excesivamente larga ni densa, porque meter 20 siglos en un solo libro sin que sea muy denso ni incompleto ha sido complicado. Pero como tiene un índice muy bien hecho, se pueden consultar solo partes o personas que te interesen, como un libro de referencia, si no quieres leértelo como una nivela, que también se puede.

¿A quién va dirigido?

A mucha gente. Primero para los neurocientíficos, profesores, profesionales sanitarios, psicólogos, estudiantes… como un libro de consulta. Además, está redactado de tal forma, y tiene tantas anécdotas para que puede resultarle interesante a cualquier lector al que le atraiga el tema del cerebro, los sentidos, las enfermedades mentales… porque ayuda a entender muchas cosas del cerebro y la mente humana sin necesidad de profundizar. Para escribirlo, me he basado en los textos de grandes estudiosos, como Mary Brazier, he trabajado esos libros y he hecho síntesis, porque, evidentemente, no podía ir a las fuentes primarias, me habría llevado toda una vida.

El cerebro es, junto con el corazón, el órgano que más interés ha despertado, ya no solo a nivel médico, sino también espiritual, emocional, filosófico… ¿Por qué?

Al principio llamó más la atención el corazón, porque el cerebro es un órgano discreto, que está escondido en el cráneo, no se ve, no se siente… todo lo contrario que el corazón, que está pegando en el pecho continuamente para recordarnos que está ahí. Además, es rojo, bonito… el cerebro es tosco, feo… por eso en un principio nadie pensó en el cerebro como el órgano de la mente, la razón, los sentimientos, sino en el corazón. De hecho, un gran pensador como Aristóteles pensaba que el cerebro era un refrigerador porque el corazón -que era el que provocaba las emociones, pensamientos…- cuando se apasionaba mucho, calentaba demasiado la sangre, que tenía que subir al cerebro para que este la enfriara.

De hecho, en el libro asegura que “no hay ninguna señal, sentido o sentimiento especial que nos indique, ni siquiera de manera intuitiva, que pensamos con lo que hay dentro de nuestra cabeza’. ¿Por eso pensaban los antiguos que era el corazón, y no el cerebro el responsable de nuestros pensamientos?

Claro. Ahora lo damos por hecho porque lo sabemos, y pensamos que es una sensación que tenemos, pero no es así. El cerebro no nos da ninguna señal de que es él el que piensa. Sabemos que pensamos con el cerebro porque nos lo han dicho desde niños, pero si no nos lo hubiera demostrado la ciencia, no lo sabríamos, porque no hay ninguna señal intuitiva de que sea así, por eso pasaron siglos hasta que se demostró que es el cerebro con lo que pensamos.

También asegura que “la idea de que no puede demostrarse nada más que la existencia de la propia mente no es tan descabellada como parece”. ¿Mente y cerebro son la misma cosa entonces?

Científicamente no es cierto que la mente y el cerebro sean cosas distintas, porque la mente, la razón, los pensamientos… resultan del funcionamiento del cerebro, son como el movimiento y la rueda. Y la prueba más contundente es que si se daña el cerebro, la mente se daña o se altera. Lo que ocurre es que hay una parte de la mente, que es la conciencia, la subjetivad…. que la vivimos como algo que va más allá de lo material, de la ciencia, y eso hace que la gente tenga pensamientos trascendentales, religiosos… Esto puede incluso tener hasta un sentido biológico, porque cuando la gente cree, se siente más motivada para vivir. Yo soy científico y no creo en nada sobrenatural, pero no le quitaría nunca a nadie su fe.

Después de estudiar la historia del conocimiento del cerebro en profundidad, de todas las teorías e hipótesis sobre el cerebro. ¿Cuál cree que es la más descabellada?

Pues una muy interesante es una de un médico de origen griego, Galeno, que decía que dentro del cuerpo había espíritus naturales, que se iban transformando a medida que pasaban por los nervios para cumplir su función… y lo curioso que esas ‘cosas’ existen, pero con las hormonas, los neurotransmisores… Estaba acertado, pero la ciencia de aquella época no tenía capacidad para detectar cuales eran esos ‘espíritus’. Y bueno, la del refrigerador de Aristóteles, que es preciosa y apasionante.

El cerebro lo han estudiado distintas ramas de la medicina (psiquiatría, neurología…) y otras ciencias, como la psicología, la filosofía… ¿Cuál ha averiguado más cosas sobre este órgano?

La neurociencia básica, que es con la que se ha aprendido en un laboratorio cómo funciona el cerebro a base de hacer experimentos. Luego está la clínica, que tiene un gran problema, porque a pesar de que sabemos mucho del cerebro y de cómo funciona, hay enfermedades neurológicas que no podemos curar.

¿Sigue siendo el cerebro un órgano misterioso, del que parece que nos queda mucho por saber?

Eso es un gran mito. Nos queda por saber, claro, pero no tanto como se piensa. Sabemos mucho sobre el cerebro, se ha escrito muchísimo sobre él y hay montones de laboratorios que siguen investigando, sobre todo sobre las grandes enfermedades neurológicas para poder encontrar una cura.

Como neurocientífico, ¿qué cree que lo más importante del cerebro que aún nos queda por conocer?

Lo más interesante sería descubrir cómo la materia se convierte en imaginación, la subjetividad… pero sospecho que nuestro cerebro no tiene capacidad para saberlo. Lo que sí creo que llegaremos a saber es qué es lo que hace que un cerebro esté consciente, algo importante, por ejemplo, para saber qué cambios físicos tiene que haber en un cerebro para que este vuelva a despertar cuando esta inconsciente. Aunque lo más importante a nivel práctico, y no por curiosidad científica, sería saber cómo curar las enfermedades mentales, neurodegenerativas porque, además, con el envejecimiento de la población, cada vez tenemos más posibilidades de padecerlas.

¿Es esa la gran asignatura pendiente en las neurociencias?

Sin duda, porque enfermedades como el Huntington, Alzheimer, Parkinson… se pueden paliar, pero no se pueden curar a pesar incluso de que de muchas de ellas sabemos la causa. El Parkinson, por ejemplo, sabemos que tiene su origen en la falta de dopamina, y se trata con fármacos, pero no somos capaces de dar con un tratamiento para que las personas no lo sufran.

¿Es optimista en este sentido?

Yo soy optimista y creo que es posible encontrar una cura para estas enfermedades, pero no sabemos cuándo. Hoy mismo, por ejemplo, ha surgido una noticia sobre que cierto tipo de radiaciones pueden crear una respuesta inmunológica que reduce las placas que provocan el Alzheimer. No es una cura, pero puede ser un paliativo importante, así que no dejamos de descubrir cosas cada día que nos van a ir ayudando poco a poco. La ciencia trabaja constantemente, e incluso sin buscar soluciones concretas, como pasó con la penicilina -que se descubrió por casualidad-, surgen nuevos descubrimientos y curas. Pero claro, para eso la ciencia tiene que estar trabajando y se tienen que dar las condiciones para que estos descubrimientos se den.



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