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jueves, 23 de diciembre de 2021

Así ha sido la evolución del James Webb: de idea imposible en los 80 a sueño cumplido en la Navidad de 2021 #favoryto

El observatorio espacial más potente que se ha desarrollado en la historia de la humanidad está a punto de empezar su camino hacia las estrellas. Tras nuevos retrasos debido al clima, el James Webb, el revolucionario telescopio que está llamado a suceder al mítico Hubble -y a superarlo, salvando lo presente-, será lanzado este sábado, 25 de diciembre, en un cohete Ariane 5 desde la Guayana Francesa.

Como un regalo de Navidad, el Webb por fin se pondrá en marcha para cumplir su importante misión: explorar todas las fases de la historia cósmica, desde el interior del sistema solar hasta las galaxias observables más distantes del universo temprano.

¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí? La de este telescopio es una historia con bastante recorrido, tanto que se remonta a finales de la década de 1980.

En 1989, el Space Telescope Science Institute en Baltimore, Maryland, y la NASA copatrocinaron un taller para debatir sobre las necesidades de la próxima generación de telescopios espaciales, un espacio en el que ingenieros y astrónomos discutieron sobre los avances científicos y las capacidades técnicas que debería tener el observatorio que sucedería al Hubble.

Casi una década más tarde, en 1996, se llegó a la “recomendación formal” de que el telescopio debería operar en longitudes de onda infrarrojas y estar equipado con un espejo de más de 4 metros.

El germen de aquella idea, en los 80 todavía algo utópica y futurista, hizo que la agencia espacial estadounidense se pusiera manos a la obra. En 2002, la NASA había seleccionado los equipos para fabricar los instrumentos y el grupo de astrónomos que proporcionaría orientación para la construcción del telescopio.

El equipo bautizó al telescopio James E. Webb, en honor al administrador de la NASA entre 1961 y 1968, quien jugó un papel fundamental en el programa Apolo. Dos años más tarde de componer los equipos para desarrollarlo, en 2004, comenzó la construcción del observatorio espacial.

Si han pasado tantos años desde entonces no es por casualidad: hablamos de una de las piezas de ingeniería espacial más potentes -a la vez que delicadas- que se ha diseñado y fabricado nunca, y como tal ha tenido momentos difíciles y etapas críticas. El telescopio James Webb era un proyecto para el que no se podía correr.

El telescopio James Webb es un observatorio espacial desarrollado gracias a la colaboración entre aproximadamente 17 países, construido y operado conjuntamente por la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense. Ofrecerá una resolución y sensibilidad sin precedentes y permitirá una amplia gama de investigaciones en los campos de la astronomía y la cosmología. Uno de sus principales objetivos es observar algunos de los eventos y objetos más distantes del universo, como la formación de las primeras galaxias, algo inalcanzable para los actuales instrumentos terrestres y espaciales.

Entre sus principales características técnicas hay que destacar su espejo primario, compuesto por 18 segmentos hexagonales que combinados crean un espejo con un diámetro de 6,5 metros -el del Hubble es de 2,4 metros- y su tremendo parasol.

Una de las partes más delicadas es que el telescopio se encuentra plegado y se desplegará en el espacio cerca del punto lagrangiano Tierra-Sol L2, protegiéndose por su gran parasol hecho de cinco hojas de Kapton revestido de aluminio y silicona. El objetivo de este instrumento es mantener al espejo y sus cuatro instrumentos científicos principales a temperaturas cercanas al cero absoluto.

¿Problema? Solo hay una oportunidad para que esta maniobra salga bien.

Otro motivo para que el tiempo haya pasado tan lento es que el proyecto ha tenido numerosas demoras y gastos excesivos, siendo sometido a importante rediseño durante 2005. Aquel año el puerto espacial en la Guayana Francesa de la ESA fue elegido como el lugar de lanzamiento y un cohete Ariane 5 como el vehículo de lanzamiento.

Tales eran los retrasos y el ‘chorreo’ que en 2011 parte del Congreso de los Estados Unidos abogaba por su cancelación, después de haber empleado en su desarrollo aproximadamente 3.000 millones de dólares. Sin embargo, ya estaba en producción o en fase de pruebas más del 75% de su hardware y el órgano finalmente revocó los planes para cancelar el proyecto. Para aquel año, los 18 segmentos de espejo estaban terminados y probados a través de pruebas para cumplir con todos los requisitos y especificaciones.

Entre 2012 y 2013, las piezas individuales de Webb, construido en una variedad de ubicaciones, comenzaron a llegar al Goddard Space Flight Center de la NASA en Greenbelt, Maryland, donde sería montadas.

En diciembre de 2016, la NASA anunció que la construcción del James Webb había finalizado y comenzaría su fase de pruebas. Un nuevo contratiempo en 2018 hizo retrasar otro año el lanzamiento: se había rasgado el parasol del telescopio durante un despliegue de práctica debido a que los cables del parasol no se habían apretado lo suficiente.

La crisis sanitaria también afectó al observatorio y finalmente su envío tuvo que aplazarse hasta este 2021, que llega como Papá Noel a llenarnos de emoción e ilusión a quienes la inmensidad del Universo nos deja sin aliento.

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