Moho en el queso: ¿hay que tirarlo entero? ¿Qué tipos de queso se pueden aprovechar? #favoryto

Es bastante habitual encontrar moho en la comida, sobre todo en alimentos como el pan o la fruta. Aunque estar en contacto con moho, es decir, comer algún alimento con moho, no es una sensación agradable, tampoco es peligroso a no ser que tengamos alergia o el sistema inmune debilitado por algún motivo. En la mayoría de los casos, ni nos daremos cuenta o podemos tener molestias estomacales o intestinales. Aun así, la recomendación es evitar comer nada con moho y tirar los alimentos afectados enteros, ya sea una barra de pan o una fruta.

El motivo es que el moho que vemos son solo la punta del iceberg, la parte visible del hongo que el alimento puede contener y que se expande rápidamente por la comida a través de las invisibles hifas, especialmente en alimentos blandos o líquidos.

En algunas excepciones, como alimentos (como algunos embutidos, zanahorias…), se podría, retirar la parte afectada, más un centímetro de margen, y aprovechar el resto del producto.

¿Qué ocurre con el queso?

El queso requiere de un apartado propio, pues dependiendo del tipo y la consistencia de este es mejor tirarlo entero o podemos aprovechar parte. Si se trata de quesos blandos o frescos, no debemos dudarlo, hay que tirarlos siempre enteros. Este es el caso, por ejemplo, de cualquier tipo de queso tipo Burgos, crema, requesón, mozzarella o ricota. También en caso de que el queso sea rallado, que suele contaminarse rápidamente.

Si los quesos a consumir son curados y de corteza dura, podemos eliminar la parte que tenga moho con un centímetro de margen alrededor y consumir el resto. Entre los quesos que mejor podríamos aprovechar estar en manchego, el parmesano o el cheddar. Aun así, ante cualquier duda, nos podemos dejar llevar por el olor, y en caso de que, la parte restante después de retirar el moho siga teniendo un olor distinto la habitual, lo más seguro es tirarlo.

¿Y los quesos que ya tienen hongos?

Hay quesos que, no solo tienen moho, sino que es lo que les caracteriza, lo que les proporciona sabor y aroma. Y es que quesos como el azul, el cabrales, el roquefort, el brie o el camembert tienen moho de manera natural, por eso no suponen ningún peligro para la salud. Además de que se trata de un ‘enmohecimiento controlado’, el moho presente en estos quesos suele ser Penicillum, que es un tipo de moho bueno. De hecho, es el que dio lugar a la conocida penicilina, el antibiótico más famoso del mundo.

Como prevenir el moho en el queso

Para prevenir que aparezca el moho en este alimento, podemos tomar algunas precauciones en función del tipo de queso.

•Quesos frescos: Una vez abiertos, además de comerlos lo más rápidamente posible porque son muy perecederos, podemos meteros en un tuper pequeño con un trozo de papel absorbente en el fondo.

•Quesos blandos, tipo brie o camembert, se deben conservar en su envoltorio original, bien sellados, en la nevera.

•Quesos duros: La mejor forma de conservarlos es en queseras, pues regulan la condensación y la humedad. Para controlar aún mejor la humedad, podemos introducir en la quesera un trozo de pan, una hoja de laurel o un puñado de arroz.

En caso de encontrar moho, además de quitar las partes afectadas o tirarlo entero, como indicábamos al principio, es recomendable cambiar y limpiar los recipientes con los que ha estado en contacto el queso afectado.

Además, siempre hay que estar alerta a los hongos porque, no suelen ser peligrosos en sí, sí puede serlo las micotoxinas, sustancias presentes algunos tipos de mohos que sí pueden ser muy peligrosas para la salud a largo plazo, como advierte AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), pues “pueden causar diversos efectos adversos como la inducción del cáncer y mutagenicidad, así como problemas en el metabolismo de los estrógenos, gastrointestinales o en el riñón”.