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viernes, 10 de septiembre de 2021

Orelvis Martínez tuvo a su madre como primera entrenadora

Su madre nunca jugó béisbol ni otro deporte, pero fue su primera entrenadora.

Así comenzó la historia del prospecto de los Azulejos de Toronto, Orelvis Miguel Martínez, quien dio sus primeros pasos en el béisbol bajo la tutela de su madre Miriam Ramírez, algo que reconoce su esposo, Orelvi Martínez.

Orelvis, de 19 años, pertenece al circuito minoritario de los Azulejos de Toronto y el pasado miércoles fue seleccionado como primer pick del draft de los Tigres del Licey y quinto en sentido general.

¿Cómo puede ser esto posible? Sencillo. “Veían en él ese deseo que él tenía de jugar”, apunta Ramírez.

Para la ocasión tenían un play de béisbol cerca. En esa situación hubo un debate entre los padres del niño. Orelvi señalaba que era muy chiquito y que para inscribirlo en una liga debiera ser a partir de los siete años, pero la madre veía otra cosa.

“Pues está bien, yo voy a ser entonces su entrenadora” y así se llevaba a su niño, entonces “de cuatro años todas las tardes”, recuerda. Iba a trabajar con él, recogía muchísimas bolitas de una mata de pino y le tiraba, el bate era de plástico, de esos de juguete”.

Más adelante, apareció un bate de aluminio y también le lanzaba. “Ya ahí conseguimos pelotas, estaba más grandecito y lo cuidaba de que me le dieran un pelotazo también”. La mano amiga de otros chicos apareció para lanzarle a la futura estrella, que está entre los primeros cinco prospectos de los Azulejos. Por algo le dieron US$3.5 millones de bono y es una pieza intocable.

“Yo fui su primera entrenadora”, señala su madre. “Yo lo digo”, reafirma el esposo, quien más adelante, por sus conocimientos del béisbol tomó las riendas de la formación del chico.

En realidad, algo de béisbol tiene Miriam, pues es familia de peloteros.

“Ella cogió con su muchacho y se iba a darle sus rolings a sus muchachos. Yo lo digo a orgullo, ella fue que comenzó a trabajar su muchacho, yo lo agarré después que tenía como siete años”, señaló el padre.

Para ser más honesto, confiesa, fue un equipo, pues la hermana Caroline Martínez, también se ocupó de su hermano.

Las posibilidades están. Su padre espera que sí. Pero con lo de la fatiga extrema es algo a tomar en cuenta.

“Me parece que sí, que es probable que lo veamos incursionando en uno que otro juego”, dice Orivel, aguilucho confeso en una familia liceísta. “Tenemos la esperanza y queremos ir al play”.

De niño, señala la madre, Orelvis le manifestó que quería ser pelotero. Y eso no era lo único. Ese sueño venía acompañado con el color de un equipo.

“Él nació con ese talento y siempre me decía, ‘mami yo quiero ser pelotero y me gustaría que un equipo azul me firmara’ y el Señor es tan bueno”, dice Miriam, que “dice la Palabra que lo que tú confiesas con tu boca se da y el Señor ha sido tan bueno que cayó en ese equipo azul (con los Blue Jays) y ahora vuelve y cae”. Se refiere a los Tigres.

“Siempre me decía, mami cuando yo juegue a mí me gustaría caer en el Licey”, a lo que la madre le respondió, “el Señor tiene el control y ahí está, gracias al Señor, que ha cumplido nuestro deseo, en especial el de Orelvis”.

La señora, pese a no ser jugadora, mostró su conocimiento del béisbol. Y el esposo, pues de sobra. “Lo llevo en las venas”, dice. Orelvi perteneció a los Dodgers, fue segunda base y una lesión en su brazo derecho, en un disparo a la inicial, lo sacó del juego.

Irónicamente, en el estadio donde se lastimó, en ese mismo parque, el Complejo de Epy Guerrero, ahí firmaron a su hijo.



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